La casa Médici obtuvo su fama gracias a sus ilustres banqueros, que amasaban una gran fortuna usada para el patrocinio de las artes.
[2] Cuando Miguel Ángel tenía solo catorce años, su padre convenció al maestro para pagar a su aprendiz como artista, cosa que era muy inusual en aquella época.
[3] Lorenzo fue consciente del talento inusual que presentaba Miguel Ángel, le propuso mudarse a su palacio donde viviría y recibiría la educación junto al resto de sus hijos.
Este último se basó en un tema sugerido por Poliziano y fue encargado por Lorenzo de' Médici.
[6] Durante el medio año que pasó en Florencia, trabajó en dos pequeñas estatuas, una del joven San Juan Bautista y otra de cupido dormido.
De hecho, León X invitó a varios arquitectos para realizar ese trabajo y no se encontraba entre sus favoritos.
Esculturas como “La virgen y el niño”, de Miguel Ángel, se encuentran allí.
Siendo un Médici en la posición papal, estuvo envuelto en política y en las artes además de dedicar su tiempo para lucha contra la Reforma Protestante.
Clemente VII tenía planes para hacer pública la librería privada de los Médici y por consiguiente, el papa quería un nuevo edificio.
[9] [10][11] En 1527, los ciudadanos florentinos, alentados por el saqueo de Roma, echaron a los Médici y reinstauraron la república.
La última vez que Miguel Ángel vio Florencia fue a la edad de los 60, dejando la capilla sin terminar.
El artista decidió establecerse en Roma, donde pensaba terminar la tumba del papa Julio II, cosa que no llegó a pasar debido al nuevo proyecto que le había asignado el mismo papa.
El diseño original fue reducido a algo pequeño y manejable con solo tres esculturas realizadas por Miguel Ángel.
A los 70 años, el genio florentino ya había establecido unos altos estándares para los artistas que estaban por venir.
Aunque dedicó los últimos 17 años a este cometido, Miguel Ángel no aceptó ninguna recompensa.