Cuando sus abuelos inmigrantes llegaron a Argentina, el funcionario de Migraciones les preguntó su nombre y el abuelo se limitó a señalar el cielo varias veces, sin decir una palabra.
El funcionario vaciló unos segundos y luego ordenó: «Pónganle “Estrella” a estos turcos de mierda».
[3] Luego fue llevado a un penal donde estuvo más de dos años encerrado, y que por una siniestra ironía los militares orientales se empeñaban en llamar Libertad.
[3] Allí le quebraron las manos como forma de castigo, y lo amenazaron con cortárselas: «Durante seis días me ataban las manos a la espalda y me hacían el simulacro de cortármelas con una sierra eléctrica», contó Estrella.
[5] Permaneció en el cargo hasta febrero de 2016, en que fue remplazado por Rodolfo Terragno.