Sin embargo, fracasó en sus tentativas de apaciguamiento del conflicto.
En 1568, odiado por los Guisas, fue despedido y se retiró a su castillo de Vignay, cerca de Étampes.
Los historiadores se muestran unánimes respecto a la rectitud de sus juicios y su moderación.
El día de la Matanza de San Bartolomé, abrió las puertas de su castillo para dejar entrar a los fanáticos que le buscaban.
Se le perdonó la vida, pero murió de tristeza pocos meses después.