Mercenarios de la Antigua Grecia

La organización de la guerra en Grecia derivada del nuevo sistema hoplítico se basaba en el combate cerrado y la formación compacta.

Los mistophoros (los que cobran la paga, misthos), llamados también xenoi (extraños) por su origen, o apachar (auxiliares), caracterizarán con su presencia las grandes guerras mediterráneas hasta la caída definitiva de Cartago.

Con todo, la gran época del mercenariado griego es la correspondiente al periodo posterior al final de la guerra del Peloponeso (431-404 a. C.), conflicto durante el que tanto lacedemonios como atenienses, y sus aliados, recurrieron a la contratación de mercenarios para completar sus ejércitos o reponer las bajas sufridas, empleando para ello contingentes de las más variadas procedencias, entre ellas la península ibérica.

Junto a ellos los infantes pesados persas (kardakes) intentaron realizar las mismas funciones que los mercenarios.

No obstante, cuando la caballería macedonia consiguió derrotar al ala izquierda persa y atacar el flanco de los mercenarios, el centro persa se hundió provocando la huida de Darío III, aunque una parte del ejército consiguió mantenerse unida y embarcar en Trípoli.

En la batalla de Gaugamela (331 a. C.) los mercenarios griegos, aunque en número más reducido continuaban formando en el centro del dispositivo persa, a ambos lados del contingente mandado personalmente por el rey.

Los hombres dirigidos por Jenofonte tenían establecida una retribución de un dárico mensual, equivalente a cinco óbolos diarios, o 25 dracmas al mes, paga que no varió en exceso a lo largo del siglo IV a. C. La paga se completaba, como es lógico, con las rapiñas producto del botín que incluía el saqueo de ciudades, campamentos, prisioneros y muertos.

Pero también en ocasiones, la manutención (sitos) cuyo abono convertiría en neta la ganancia de la soldada.

Los ejemplos son numerosos: Heródoto, describe esta práctica tras la victoria sobre la flota persa en aguas de Salamina el año 480 a. C.: .

Ciro II prometió a cada soldado cinco minas de plata (500 dracmas) y el sueldo completo hasta el regreso a Jonia cuando los mercenarios se rebelaron al descubrir que marchaban contra Babilonia.

Aunque en muchas ocasiones los castigos por el abandono no eran expeditivos, dado que el soldado entrenado, si la paga era buena y la causa tenía posibilidades de triunfar podía volver a emplearse pasado un tiempo.

Era preferible, en todo caso, que los mercenarios y los aliados fueran de confianza.

[13]​ Muy útiles para lanzar un gran número de proyectiles combatiendo en orden abierto contra los grupos de hoplitas con el objeto de desbaratarlos, eran, sin embargo, vulnerables en un combate directo que siempre se intentaba evitar mediante una rápida retirada que permitiera volver a encarar a la formación hoplítica para acosarla constantemente hasta provocar su ruptura por cansancio.

Los nuevos peltastas pesados incorporaron a su equipo elementos de la panoplia como el escudo circular (hoplon) y la lanza larga, pero se desprendieron de las pesadas corazas y cnémidas (grebas) para aumentar la movilidad.

No solo se constituyeron nuevas tropas polivalentes capaces de tomar parte en combates en línea y luchas irregulares, sino que desempeñaron un papel destacado otros tipos de guerreros, los arqueros y los honderos.

Surgido durante la Edad del Bronce en el Oriente Próximo, marcará una época de la arquería a pie y a caballo destacando su empleo por múltiples pueblos, desde los partos que lo emplearon profusamente en su victoria de Carrhae (53 a. C.) frente al ejército romano de Marco Licinio Creso Dives, a los persas sasánidas.

Recreación moderna de una fila de hoplitas. Los mercenarios formaron parte de las falanges hoplíticas.