Durante el siglo XX y especialmente después de la Guerra civil española, debido a las dificultades económicas, el mastín entró en declive ya que resultaba muy caro mantener a un perro de su tamaño[cita requerida].
En los años 70, Rafael Malo Alcrudo inicia en Aragón su trabajo de recuperación de la raza con los escasos ejemplares que se encontraban en el campo y que aún tenían características típicas del mastín tradicional.
En el año 1977 el propio Rafael Malo Alcrudo, junto a Daniel Lloréns Guerrero y Jaime Graus Morales, fundaron el Club del Mastín del Pirineo de España,[8] para aglutinar los esfuerzos en la recuperación del perro clásico de la trashumancia aragonesa y en dar a conocer al Mastín del Pirineo a nivel nacional e internacional.
En la actualidad la raza tiene reconocimiento internacional, como demuestra la existencia de clubes en numerosos países europeos y en Estados Unidos, aunque últimamente el número de ejemplares de calidad ha disminuido bastante y, por ello, se ha requerido ayuda científica para intentar solucionar los problemas actuales que, al parecer, están remitiendo dando lugar a un moderado incremento de la fertilidad general en la raza.
El Mastín del Pirineo es una raza bastante grande, pero no debe ser ni pesado ni torpe, tampoco linfático ni con una estructura débil o incorrecta que le impida caminar con la fuerza que requiere su labor, sino un perro inteligente, noble y funcional, selección en la que deberían de centrarse sus criadores.