Maria Helena Vieira da Silva

María Helena Vieira da Silva tuvo una infancia difícil, ya que su padre falleció cuando ella tenía dos años.

De hecho, algo común en su vida fue la gran actividad viajera que tuvo hasta su muerte.

[2]​ Las primeras pinturas de María Helena Vieira da Silva tuvieron influencias diversas ya que su estilo combinaba el cubismo, el futurismo y el constructivismo.

Sus primeros trabajos, asociadas estas influencias con su agudo sentido del ritmo y patrón, reflejaron una sensibilidad que se convirtió en un componente primordial en sus pinturas más maduras.

Cuando Vieira da Silva en un principio regresó a Portugal, el dictador Oliveira Salazar le negó la nacionalidad portuguesa a su marido, lo que supuso un desencadenante para que María Helena abandonara su patria natal.

Todas ellas resultan una amalgama de estilos, ideas y desarrollos que se fusionan en cada cuadro.

La temática pictórica de sus obras a partir del año 1950, se centra en la posguerra: ciudades quemadas o inundadas, callejones, puestas de sol y paisajes… Obras con títulos como “Les façades éboulées, 1957”, “Canaux en Hollande, 1958” o “Vielle Amérique, 1958” sirven para desbibujar la especifidad del lugar con prototipos genéricos: naturaleza, cultura, ciudad… Aunque ella fue pintora en su mayor parte, también experimentó otras vertientes.

Continuó pintando durante la década de 1980 y su trabajo posterior se enfoca en la luz, tanto en la gama cromática como en la propia temática.

Hasta su fallecimiento en el año 1991, su obra recibió numerosas distinciones y fue expuesta en múltiples ocasiones.