Ji, nació en el seno de una familia cristiana y adinerada.
Su sacerdote confesor le otorgó la absolución, sin embargo, decidió excluirlo del sacramento de la Eucaristía, al verlo recaer.
Marcos continuaba luchando y asistía a misa continuamente y se convenció de que sólo el martirio podría abrirle el camino a la Vida Eterna, ya que no podía liberarse de la droga.
Sabía que el Señor quería su corazón aunque no lograra mejorar su vida.
Así redimió con su vida, su imposible rehabilitación de su adicción al opio.