María la Judía
El enciclopedista árabe Al-Nadim la cita en su catálogo del Año 879 d. C. entre los cincuenta y dos alquimistas más famosos, por conocer la preparación de la cabeza o caput mortum.El filósofo romano Morieno la llama “María la Profetisa” y los árabes la conocieron como la “Hija de Platón”,[1] nombre que en los textos alquímicos occidentales estaba reservado para el azufre blanco.Se sabe que María escribió varios textos sobre alquimia, aunque ninguno de sus escritos han sobrevivido en su forma original; sin embargo, sus enseñanzas fueron ampliamente citadas por hermetistas posteriores.Su principal obra conocida es “Extractos hechos por un filósofo cristiano anónimo”, también nombrada como “Diálogo de María y Aros”, en donde están descritas y nombradas las operaciones que después serían la base de la alquimia.Una gotera o borde en el interior de la mantera recogía el destilado y lo llevaba a las espitas.Para que el aparato funcionase correctamente todas las uniones debían estar ajustadas al vacío.El kerotakis era la paleta triangular que usaban los artistas para mantener calientes sus mezclas de cera y pigmentos.María usó la misma paleta para ablandar metales e impregnarlos de color.Al hervir el azufre o el mercurio, el vapor se condensaba en la parte superior del cilindro y el líquido volvía a caer, dando así un reflujo continuo.Las impurezas se recogían en un tamiz mientras que los residuos (el sulfuro negro) volvían hacia la parte inferior.