María de Bohórquez

Bohorquez estudió con el doctor Egidio, conocía perfectamente el latín, medianamente el griego, tenía muchos libros luteranos y se sabía de memoria la Sagrada Escritura, sobre todo los libros del Nuevo Testamento relativos a cuestiones como la justificación, las buenas obras, los sacramentos o los rasgos distintivos de la verdadera Iglesia.

Pero como hasta la víspera del auto no se le comunicaba al reo que se dispusiera a morir, los inquisidores de Sevilla acordaron que, entretanto, se intentara convertirla, lo que muy probablemente evitaría su muerte.

[4]​ Según las mismas fuentes, muchos de los asistentes al auto (especialmente frailes y clérigos), compadecidos de su extrema juventud, manifestaron su deseo de que no fuese quemada viva, conformándose con que, para ello, recitara el Credo.

Así lo hizo y aunque a continuación comenzó a explicar las enseñanzas de la Iglesia católica, desde un punto de vista luterano, sobre el juicio de vivos y muertos, «murió agarrotada, y no en el fuego, el cual consumió luego su cadáver».

[5]​ María fue una joven sevillana condenada en los autos de fe celebrados en la ciudad hispalense en 1559, por profesar y difundir la doctrina protestante (lo que se denominaba entonces como “herejía dogmatizante”).