Su gran sencillez y su vida consagrada a la formación de la versión femenina del sistema preventivo de Don Bosco, le abrieron las puertas a la santidad, reconocida por la Iglesia católica en 1951.
Tuvieron siete hijos, de los cuales el primero fue una niña a la que llamaron María Dominga (Maria Domenica en italiano).
Perteneció a ellas durante dieciséis años que dejaron huella en la joven Maria.
Entretanto, Don Bosco estaba desarrollando su apostolado entre los muchachos de Turín, una ciudad que era objeto de la revolución industrial, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XIX, mientras la península itálica caminaba hacia su unificación.
La situación causaba que muchos jóvenes campesinos llegaran a la ciudad en búsqueda de trabajo, y si no terminaban contratados en las fábricas en condiciones laborales difíciles, acababan en las calles.
Fue el Papa Pío IX el primero en sugerirle a Don Bosco la fundación de un instituto femenino que "hiciera por las muchachas lo que los salesianos hacen en favor de los muchachos".
Al santo le pareció formidable la idea, y anunció que pronto iría a visitar aquella bella obra.
Mazzarello no había visto nunca a Don Bosco, pero esa noche, apenas le oyó su primer sermón quedó encantada y llena de admiración.
Don Bosco constató que aquellas muchachas que dirigía el Padre Pestarino eran excelentes candidatas para ser religiosas, y con ellas fundó la Comunidad de Hijas de María Auxiliadora, o salesianas, que hoy en día son más de 16.000 en 75 países, y su Congregación es la segunda en número en todo el mundo.
No fue sencillo elegir a la superiora y María Dominga ni lo pensaba, pero era precisamente en ella en la que Don Bosco tenía su intención.
Desde entonces María Dominga sería conocida en la historia y en el mundo salesiano como Madre Mazzarello.
Son elegidas seis salesianas y Madre Mazzarello decide acompañarlas hasta Roma.
Bien pronto le detectan pleuritis y desea ir a Nizza Monferrato, en donde se había transferido la Casa General, porque quería morir entre las hermanas.