En 1811, el filólogo protestante Friedrich Wilhelm Thiersch se convirtió en el maestro de María Ana y sus hermanas Isabel, Amalia Augusta y Sofía, a quienes enseñó en literatura, geografía e historia, entre otras cosas.
María Ana acompañó a su esposo en largos viajes por Sajonia, lo que ayudó al rey a ganar popularidad adicional y lo hizo aparecer como un regente enérgico y cariñoso.
En agosto de 1854, María Ana y Federico Augusto II viajaron a Baviera, donde visitaron la Primera Exposición Industrial General Alemana en Múnich y luego fueron a Possenhofen para visitar a la hermana menor de María Ana, la duquesa Ludovica.
Hacía años descubrió su pasión por los Alpes y desde entonces visitaba el Tirol con regularidad.
Aunque fue posible trasladar al rey con vida hasta una posada cercana, murió allí sin haber recuperado el conocimiento.
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