Con 3 años ingresó en el colegio que en Getafe tienen las religiosas de la Sagrada Familia, en esta fecha ya había perdido a su madre.
Y comenzó a manifestar esas virtudes que distinguirían toda su vida.
Desde su juventud la caridad era su virtud más sobresaliente; se desvivía por los pobres, a los que ayudaba en sus necesidades.
Jamás se buscaba en nada y era toda alegre y amable para los demás, hasta el punto que una de sus amigas decía: Si vivimos mucho, veremos a Marciana en los altares.
Nadie supo la profundidad de aquel encuentro tan deseado, que se reflejaba en sus ojos.
Con celo apostólico se desvivía por la propagación de la fe, juntaba limosnas y sellos para las misiones.
Sus grandes devociones fueron siempre el Sagrado Corazón de Jesús y la Santísima Virgen.
Destacó entre otras muchas virtudes por su humildad y caridad, huía de sobresalir en algo.
Las monjas vestidas de seglares se disponían a salir cuando llegó el capellán D. Eulogio Cascarejo (que poco después alcanzaría también la palma del martirio), a darles la comunión y les dijo: Comulguen por viático.
En estos momentos acude la portera y les dice que no se demoren en salir pues vienen a quemar el convento.
Salen de dos en dos y se reparten en casas conocidas, allí oran sin cesar.
El 24, siendo muchas en el mismo lugar y comprometiendo a la dueña, salen para la casa de otra amiga suya: la Hna.Teresa, Hna.
Mª Ángeles de San José, le dispararon varios tiros, cae mortalmente herida y en el silencio entrega su vida a Dios.
Uno de sus confesores manifestó: ″La hermana Mª Ángeles habría alcanzado la santidad, aunque no hubiera padecido el martirio.
Del himno que se canta en honor de las tres mártires que no jugaron a ser monjas, ni a ser santas sino que vivieron siéndolo en serio y por ello dieron su sangre:volaron hacia el Señor tan alto alzaron el vuelo que dieron caza al AMOR El 15 de marzo de 1941, el P. Silverio de Santa Teresa, previos los trámites requeridos, se recuperan los restos y trasladarlos a su querido convento, yacían en una fosa común; fueron pronto reconocidas, llevaban aún en su pecho sus crucifijos y restos del cilicio y de la disciplina, joyas que la Hna.
Estuvieron dos días depositados en la capilla del cementerio cada una en su humilde caja de madera.
[4] Cuando estalló la guerra civil, las monjas buscaron refugio en casas de familias amigas del monasterio.