Poseía una ética, que la llevaba a actuar con justicia, valentía y con profunda coherencia.
Ese día se hospedaron en la casa de Manuela Taboada los capitanes del ejército insurgente.
Manuela era una mujer caritativa que invertía parte de su capital en socorrer a los necesitados.
Manuela Taboada acompañó al ejército insurgente a través del desierto de Chihuahua.
Tras la derrota en la Batalla del Puente de Calderón, Manuela Taboada, tuvo conocimiento de que serían emboscados para hacerlos prisioneros, noticia que le compartió a Miguel Hidalgo, quien hizo caso omiso del mensaje.
Al ser liberada, solicitó un indulto para su esposo, apoyada en el hecho de que había salvado la vida a varios individuos del ejército realista entre otros europeos; para esto se le solicitó que presentara testimonios y justificantes de esos hechos.
Al enviudar, con tan sólo 30 años, regresó a México, cuando se estaba en víspera de consumarse la independencia y se entregó a la educación de su único hijo, Rafael Abasolo.