Tanto admiró y valoró el amor al país que siempre demostró su marido, como destacado patriota que sirviera en los más altos cargos del Ejército y en la dirección de la naciente República, que una vez viuda (1852) no aceptó la ingratitud de la patria hacia su persona e inició una lucha contra el Estado.
Su causa se fundamentó en que luego de ser exiliado, se expropió la hacienda Cucha-Cucha, que había sido entregada a su persona como premio a su valor y aporte fundamental en el proceso de independencia nacional; situación que significó, además de un tremendo agravio, sumir a la familia en una condición económica deplorable.
Fue una batalla tan intensa y apasionada como todas las que sostuvo Ramón Freire.
No dio tregua a sus reivindicaciones, dando fuerte publicidad a la comunidad nacional de esta situación con un obstáculo donde explica que "lo hacía por sus hijos y, principalmente, por la memoria de su esposo".
Manuela Caldera Mascayano llevó a cabo este proceso con toda la rigurosidad legal que presenta un formidable e irrebatible alegato de mujer y de madre, poniendo su carácter, tesón y valor para rearmar el potente legado de un exmandatario, el que la historia recuerda como el "General de los Cabildos" y "Defensor de las Regiones".