Manuel Rivero González

Su padre, Cristóbal, inició el estilo de vida que llevarían sus tres hijos, y fue así como Rivero se inició en la práctica comercial que constituyó el eje central de todas sus actividades, demostrando ya desde adolescente un talento natural más que notable.

En 1719 contrajo matrimonio con Juana Inocencio Díaz Cordero, con sus mismos orígenes, en la que Rivero encontró una valiosa colaboradora.

Esta relación traspasaría el ámbito comercial y la relación personal perduró más allá de la asociación comercial, llegando incluso Butler a conectar a Rivero con los aristócratas más cercanos al rey.

Mantuvo, así, intensas relaciones comerciales y personales con ingleses que controlaban el comercio marítimo gaditano, así como con mercaderes franceses establecidos en Cádiz, de quienes muy probablemente adquiriese su formación mercantil.

Estricto y autoritario con sus hijos, no dudó en dirigir sus vidas conforme convenía a los negocios familiares, lo que le ocasionó no pocos conflictos con sus vástagos, llegando incluso su hijo Manuel, a desvincularse de la Compañía familiar y provocar su quiebra.

Las inversiones de Rivero, no se circunscribieron solo al comercio con las Indias.

Rivero vivió entre Cádiz y su Ayamonte natal y representa en Andalucía a una clase social emergente, una alta burguesía con aspiraciones nobiliarias, surgida de entre los comerciantes andaluces del siglo XVIII.

Tras el terremoto de Lisboa de 1775 , Manuel Rivero González costeó la construcción de la torre de la Parroquia de las Angustias, así como su retablo.