No obstante, el informe fue recibido por los oficiales de gobierno con desprecio por su estilo literario considerado pueril.
En las guardias de los 32 fuertes para la defensa del territorio que existían en ese entonces en la provincia "se ocupa cada vecino diez días al mes, con armas, municiones, caballos y alimentos a sus expensas; viniendo a ser en cada un año, ciento y veinte días, los de este ejercicio, sin otros muchos que gastan en diferentes correrías".
El tabaco y yerba mate que lograban cosechar se vendía en Buenos Aires o, más frecuentemente, en la ciudad de Santa Fe, a orillas del río Paraná.
Hace hincapié en su informe al soberano que existía una enorme diferencia entre los pueblos de indios gobernados en todo por sus curas, con aquellos gobernados en lo temporal por un administrador secular: estos últimos robaban y esclavizaban a los guaraníes con el único propósito de acrecentar sus riquezas personales.
La medida se extendió a Montevideo (6 de julio), Córdoba (día 12), y Santa Fe (13).
En su marcha a Buenos Aires, aunque los frailes prisioneros percibían gestos de dolor en muchos vecinos, estos no podían hablarles o auxiliarlos por orden del obispo y bajo pena de excomunión.
[2] La medida había sido solicitada a Cevallos quien la rechazó, debiendo esperarse al nombramiento de su sucesor Bucarelli.
Mientras por un lado se agregaban los nuevos curatos, por otro el obispo eliminaba el curato de indígenas San Juan Bautista, creado para atender las necesidades de los indios nativos por considerar que en la ciudad quedaban ya muy pocos y la mayoría se había mestizado.
A fines de 1769 surgió el conflicto con la pretendiente María Antonia González: el informe del obispo era favorable, pero la madre de una religiosa afirmó que era mulata.
Las consecuentes averiguaciones lo desestimaron por lo que De la Torre dio vista favorable a la petición y dio licencia a las monjas para votar el ingreso, derecho establecido por su regla.
Pese a la posición favorable de la abadesa, madre María Seraphina, la petición fue rechazada.
El provisor Juan Baltasar Maciel falló a su favor considerando calumniosa la actitud de las capuchinas hizo público lo sucedido en la comunidad.
En abril de 1772 De la Torre privó de voz y voto a las monjas que se le resistían, las que nuevamente escribieron al rey: "no queremos recibir esa suerte de gente no por soberbia como le parece a nuestro prelado sino porque la experiencia nos enseña que en mil de esa suerte apenas se halla una que sirva para la religiíon, es gente mal criada, sin obligación, y se portan en religión como quienes son".
El conflicto seguiría y se acrecentaría llevando al convento a un cisma interno y sólo se daría por cerrado en 1789 tras la muerte de las principales protagonistas.
A fines de abril partió al Alto Perú para asistir al II Concilio Provincial de Charcas, celebrado en la ciudad de La Paz convocado por Carlos III, nombrando para gobernar la diócesis en su ausencia como vicario general del obispado y gobernador eclesiástico al canónigo Juan Baltasar Maciel.
Durante la travesía consagró sacerdotes y administró la confirmación a más de 15.000 personas.