Manuel Amado
[2] Habiendo fallecido su padre, una tía que era monja se lo llevó consigo a Plasencia, donde, en el convento dominico de San Vicente de Ferrer comenzó a estudiar, con especial hincapié en los idiomas europeos.[2] Sus conocimiento de inglés llevó a que el general Erskine lo adoptara como intérprete.[2] En 1821 marchó a Valladolid para ingresar en el convento de San Gregorio.[2] Su fama llegaría a oídos del papa Gregorio XVI, que le reconoció su trabajo con un premio.[2] Volvió después a Brozas, desde donde trabajó como redactor para el diario El Católico.