«Longam esse duorum temporum brevem unius etiam pueri sciunt», «Hasta los niños saben que una larga vale dos tiempos, una breve, uno», dice Quintiliano en su Institutio oratoria IX, 4, 47).
Existen los siguientes tipos: Los griegos y latinos declamaban los versos indicando la medida con el pie.
Los versos catalécticos son aquellos en los que el pie final ha sufrido un acortamiento (katalexis (κατάλεξις) 'terminación brusca') y comprenden una sola sílaba en lugar de dos o tres.
La métrica de las distintas literaturas europeas intentó imitar la andadura del hexámetro grecolatino con desigual suerte; lo intentaron sobre todo los poetas alemanes; en la literatura en español, Rubén Darío compuso un famoso hexámetro holodactílico: «Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda» y Agustín García Calvo reprodujo en su traducción parcial del De rerum natura de Lucrecio el ritmo del hexámetro procurando tan sólo imitar la cláusula final con el ritmo acentual.
Esta técnica, aunque ya fuese de uso corriente, fue explicada en el siglo XII por Alberto Morra, quien vendría a ser el Papa Gregorio VIII, en una obra titulada Forma dictandi quam Rome notarios instituit magister Albertus qui et Gregorius VIII, papa.
En el hexámetro épico de Homero, es la cesura trocaica la que se encuentra más a menudo.
Las diéresis en el hexámetro pueden ser cuatro, siendo la principal la que va tras la final del cuarto metro.
La métrica de Plauto, caracterizada por una rica polimetría, es de origen popular y se remonta a la tradición itálica y etrusca, pero se puede decir sin equivocarse mucho que a excepción del saturnio los latinos tomaron de los griegos todos los versos que emplearon, adaptándolos levemente a su lengua, más pobre en sílabas breves.
Los esquemas métricos griegos se naturalizaron con rapidez y ya Ennio utilizó el hexámetro como verso épico.
En la Edad Media la métrica clásica cayó en el olvido y fue redescubierta por los humanistas.