Märet Jonsdotter

Su juicio marca la partida del Det stora oväsendet, una caza de brujas que se cobró 280 víctimas en ocho años.

[2]​[1]​[3]​ En la larga y detallada confesión al sacerdote, la niña contó que en 1663, cuando tenía ocho años, Jonsdotter la llevó a pasear.

Pasaron por un arenal hasta llegar a una encrucijada de caminos, donde Märet Jonsdotter gritó: “¡Oh, diablo, ven aquí!".

[3]​ Habría llevado a otros niños hasta allí, ordeñado ganado en compañía de espíritus familiares y caminado sobre el agua tras untarse los pies con aceite.

Gertrud Svendsdotter acusó a otras siete personas y los juicios comenzaron en septiembre de 1668.

Afirmó que Märet Jonsdotter lo había enfermado y agotado al usarlo como montura durante sus visitas a Blåkulla.

La joven tuvo que abandonar la casa y la niña fue enviada a vivir con su tía abuela.

La pequeña Märet contó que su hermana la había llevado a la isla sentada boca abajo sobre el lomo de una vaca y que su nombre estaba escrito en el libro del diablo con la sangre del dedo meñique de su mano izquierda; que su hermana había tenido relaciones sexuales con el diablo así como ella a sus nueve años y que las dos hermanas ordeñaban las vacas con sus mascotas y luego llevaban a los animales como sacrificios en cada celebración de Navidad y Pascua.

[1]​ Tras el testimonio de sus hermanos, Märet Jonsdotter declaró que habían renunciado a Dios e iban por un camino oscuro.

[5]​ La historia del viaje de los niños a Blockula se difundió rápidamente por toda Suecia.

Pero que en caso de confesión, recibirían eucaristía y por tanto irían al Paraíso.

Sin embargo, la histeria colectiva fue difícil de detener y rápidamente se llevaron a cabo otros juicios.

[4]​ Märet Jonsdotter permaneció en prisión, siendo presionada por los sacerdotes que querían convencerla de confesar.

Durante sus cuatro años de cárcel, Jonsdotter continuó proclamando su inocencia y se negó a confesar.

El tribunal declaró que su simple negación no podía permitirle escapar de su sentencia.

Las historias se difundieron por las parroquias y cobraron impulso cuando los sacerdotes anunciaban los veredictos durante la misa como advertencias a los fieles.

Una interpretación del sábado de las brujas, de Bartholomeus Spranger (1546-1611). El Diablo se sienta en el centro, rodeado de discípulos que bailan.