La competencia entre replicadores obligó a generar una guerra química que consistía en disminuir la efectividad de replicadores rivales ocasionando que otros replicadores formaran barreras químicas o físicas como membranas envolventes para protegerse.
Así pues, las primeras máquinas de supervivencia eran replicadores envueltos de una capa protectora para seguir sobreviviendo, como si fueran vehículos o máquinas.
El principal problema para el vehículo genético es su afán de perpetuarse.
Dicha máquina de supervivencia encuentra su mayor rivalidad ante otras que no son descendientes directos ni parientes cercanos, es decir, el entorno.
Las máquinas de la misma especie competirán más entre sí que con las dispares por los recursos vitales.