La expresión para describir su actividad era monogataru (contar cosas), base de los futuros monagatari o narraciones escritas que surgieron en la época Heian.
La labor de los kataribe llegó a ser tan importante que, con el tiempo, algunos se profesionalizaron y llegaron a ocupar un puesto oficial en la Corte, creando lazos entre la literatura oral arcaica y la nueva literatura escrita.
Algunas expresiones del Japón antiguo, por su carácter mágico-religioso, no podían ser transcritas en caracteres extranjeros.
El género poético más antiguo, el waka, solo podía ser compuesto en el yamato kotoba, única lengua empleada por los kataribe.
Entre las obras destacables en la poesía, debe señalarse el Kokinshu (Colección de Poemas japoneses antiguos y modernos) antología ordenada por el emperador Daigo en 905.
Especial importancia en estos géneros tuvo la literatura escrita por mujeres (Nyōbō Bungaku), en la que destaca la obra de Sei Shōnagon Makura no Sōshi (Libro de la almohada), escrita a principios del siglo XI.
Esta etapa que abarca de fines del siglo XII, hasta principios del siglo XVII, fue muy pobre, debido a las constantes guerras y hambrunas, hubo poca producción literaria la cual recayó sobre los monjes.
Los primeros europeos en tener contacto con la cultura japonesa, fueron los marinos, mercaderes y misioneros del siglo XVI.
Esta etapa dio inicio en el siglo XVII prolongándose hasta mediados del XIX, que fue cuando Japón abrió de nuevo sus puertas al mundo.
Dentro de la producción literaria del país, se hace notable en cuanto a poesía, novela y teatro.
En el caso del teatro hubo dos tendencias distintas en ejecución, una el kabuki, representado por personas y el joruri, donde se empleaban marionetas.
Inmediatamente después de que Hiroshima y Nagasaki fueran bombardeadas por Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Japón se rindió.
Entre las obras de Osamu Dazai, podemos mencionar El sol que declina y Ya no humano, las dos en parte autobiográficas, donde critica la hipocresía del mundo moderno.
Cuando entregó esta última obra al editor, una hora después se hizo el seppuku, en protesta a la democracia occidental que no toleraba.
Junichiro Tanizaki tiene una importancia crucial para la novela contemporánea japonesa con su obra cumbre aparecida precisamente al comenzar la posguerra: Las hermanas Makioka (1947).
Masuji Ibuse publicó Lluvia negra, de la cual hay una versión cinematográfica, Shintarō Ishihara escribió La tribu del sol, Seicho Matsumoto creó Niebla negra, y Akiyuki Nosaka las novelas cortas La tumba de las luciérnagas y Las algas americanas.
El más destacado sin lugar a dudas es Osamu Tezuka, creador de Mangas como Buda y Fénix.
Obras como Nuestro Tiempo y Una experiencia personal muestran gran evolución en su estilo, debido mayormente a sus vivencias.
Otro escritor destacado es Shūsaku Endō, cuyo prestigio está basado en dos de sus obras, Silencio y El Samurai, que han causado gran polémica en su país.
El manga obtuvo su auge en los años ochenta, con la aparición de mangakas como Akira Toriyama, Masami Kurumada, Yoshihiro Togashi, Rumiko Takahashi, Nobuhiro Watsuki, Hiroyuki Takei y Eiichiro Oda.