Es un autor cuya prosa es considerada difícil y muy rica, lo que le define como un estilista sobresaliente dentro de la literatura japonesa.
Sus obras posteriores mostrarían la influencia que estos libros tuvieron en Izumi a la hora de narrar.
En noviembre de 1891, contactó a Ozaki en Ushigome (parte del actual Shinjuku) sin una presentación previa y solicitó que le permitiera estar bajo su tutela.
Izumi adoraba a su maestro, viéndolo como un benefactor que apoyó su carrera temprana antes de ganar renombre.
Sentía un profundo endeudamiento personal hacia este y siguió admirando al autor durante toda su vida.
Deciden pasar la noche en una posada, pero como ambos tienen problemas para conciliar el sueño, el primero persuade al monje para que le cuente sobre alguna de sus peregrinaciones.
Posteriormente se retiraría a Zushi, donde habitó durante varios años en condiciones casi deplorables.