La mayor parte del colesterol se transporta en la sangre junto a proteínas, formando unas partículas conocidas como lipoproteínas, ello se debe a que los lípidos son hidrófobos e insolubles en la sangre, por lo que solo pueden ser transportados dentro de las lipoproteínas.
Diversos modelos experimentales y observaciones epidemiológicas sistemáticas apoyan, de hecho, un papel causal del colesterol LDL en la iniciación y progresión de la aterosclerosis.
[5] Existe una clara relación lineal positiva entre la concentración del cLDL y la enfermedad cardiovascular, de tal forma que los niveles más altos de cLDL se asocian a mayor incidencia de enfermedad, sin embargo la relación entre la mortalidad total y las concentraciones de colesterol total y cLDL es mucho menor y menos consistente.
Cuando las LDL llegan a las células de los tejidos periféricos son detectadas por los receptores de LDL situados en la membrana plasmática a los que se une.
Se hereda según un patrón autosómico dominante y afecta aproximadamente a una persona de cada 400.