Los únicos documentos que quedan son unas canciones grabadas por Fanny Cochrane Smith en cilindros de cera.
Sin embargo, se ha propuesto su conexión con otras lenguas aborígenes australianas basándose principalmente en parecidos fonológicos.
Plomley (1976) publicó todos los datos léxicos disponibles a los que tenía acceso en 1976.
La presión sobre los aborígenes en Tasmania llevó a muchos hacia islas menores, dónde algunas de las lenguas pudieron mantenerse incluso hasta 1910.
Schmidt (1952) reconstruyó el siguiente inventario para las lenguas tasmanas centroorientales y surorientales: Podría haber existido también una nasal laminodental [n̪], así como una oclusiva glotal.