[1] Según los estudios de lingüística textual o de gramática del discurso, cuando hablamos o escribimos construimos textos, y para hacerlo, tenemos que dominar varias habilidades como: identificar la información relevante de la irrelevante, identificar el objetivo de aquello sobre lo que vamos a hablar o escribir, organizar el contenido en un orden cronológico y comprensible, escoger las palabras adecuadas, construir las frases entre sí, construir un párrafo, etc.
[1] La comparación entre los códigos oral y escrito puede hacerse desde distintos puntos de vista.
Por ejemplo, si nos detenemos en las situaciones o contextos de comunicación hablada o escrita se puede identificar que en la oralidad opera la dimensión de inmediatez en el tiempo ( el receptor comprende el mensaje al mismo tiempo en que lo produce el emisor); en cambio, la comunicación escrita es diferida (el lector no siempre lee e interpreta el texto en el momento en que el escritor lo escribió).
En esta etapa, lo que se escribe no es el texto, sino un " conglomerado de ideas"[6] pero es un paso imprescindible para el primer bosquejo o versión.
Nos damos cuenta de que ha llegado el momento cuando alcanzó cierto volumen y calidad.
Es recomendable que quien escribe se ponga en lugar del futuro lector para anticipar preguntas, sustituir los gestos de la oralidad por expresiones verbales, reducir ambigüedades y redundancias, describir todo aquello que el lector pueda no interpretar por el carácter asincrónico entre la lectura y la escritura.
[2] porque es el momento en el que entran en juego los conocimientos gramaticales de ortografía, morfosintaxis y léxico.
4) Puesta en texto: En esta última etapa podemos observar nuestro texto con la configuración general de la página, con prolijidad y limpieza y un formato físico que nos permite identificar el producto final de nuestro trabajo.
Las formas en que estén dispuestos los títulos, la tipografía seleccionada, las palabras destacadas, la organización visual y discursiva de los párrafos van a hacer un texto más o menos amigable a la lectura del destinatario al que nos dirijamos.