Descontento con esa primera versión, el autor realizó esta segunda.
Deseando dar una visión aún más realista de las mujeres en pleno trabajo, pintó directamente sobre el lienzo, sin apresto, lo que da a la pieza una gran rudeza.
Para unos era símbolo de pereza, para otros, una vulgaridad y un atentado a las buenas costumbres.
En cambio, Alexandre Pathey, escribió en 1877: "Un movimiento justísimo, pujante y auténtico como un Daumier."
La pieza destaca en tonos azules, con toques blancos, verdes, marrones y rosados.