Los ladrillos mágicos, compuestos de fina arcilla cruda, se mezclaban con fibras vegetales y otras sustancias, como incienso, que incrementaba su poder apotropaico.
En general, los destinados a particulares llevaban una inscripción en hierático, la mayoría de las veces incisa; los destinados al rey, a la familia real o a las personas cercanas al poder se inscribían predominantemente en jeroglíficos frecuentemente se trazaban a tinta.
[2] Como la mortalidad de los nacimientos era muy elevada en el Antiguo Egipto, se tendía a pedir ayuda a los dioses a través de objetos considerados mágicos.
Como la forma más habitual de dar a luz de las mujeres era en cuclillas, se situaban sobre cuatro ladrillos mágicos que estaban asociados a la diosa protectora de los partos y la maternidad, Mesjenet.
Frecuentemente, estos ladrillos rectangulares tenían dibujos con imágenes mágicas de dioses protectores del nacimiento, como el de la diosa Mesjenet en forma de ladrillo con cabeza humana o escenas, como las de una mujer sujetando a su bebé recién nacido.