Enriqueta Martí

De muy joven, Enriqueta se traslada desde su ciudad natal a Barcelona, donde trabajará como niñera, pero pronto comienza a ejercer la prostitución, tanto en burdeles como en lugares dedicados a esta actividad, como eran el Puerto de Barcelona o el Portal de Santa Madrona.

La pareja tuvo una relación tormentosa, reconciliándose y separándose unas seis veces.

Es probable que en estos lugares ofreciera sus servicios como proxeneta especializada en niños.

Enriqueta ofrecía sus ungüentos, pomadas, filtros, cataplasmas y pociones, especialmente para curar la tuberculosis, tan temida en aquella época, y todo tipo de enfermedades que no tenían cura en la medicina tradicional.

Sería una vecina, Claudia Elías, la que pondría a la policía tras la pista de Enriqueta Martí.

La pequeña jugaba con otra criatura y Claudia le preguntó a Enriqueta si esa niña era suya y ella le cerró la ventana sin decir una palabra.

Una de ellas era Teresita Guitard Congost y la otra niña que se identificó a sí misma como Angelita, hija de Enriqueta, cosa que más tarde sería puesta en duda.

Nunca salió del piso durante el tiempo que estuvo secuestrada.

Enriqueta fue interrogada sobre la presencia de Teresita Guitart en su casa y ella dio como explicación que la había encontrado perdida y famélica el día antes en la ronda de San Pablo.

Su vecina Claudia Elías desmintió esto, porque la había visto en su casa muchos días antes de la detención.

Además, la identidad real de Angelita pronto se puso también en entredicho: la niña no sabía sus apellidos, y decía ser hija de Enriqueta y que su padre se llamaba Juan, pero que nunca le había visto.

Durante las declaraciones a la policía confesó su auténtico apellido, hecho que fue corroborado por el testimonio de su marido Juan Pujaló.

En una segunda inspección del piso se encontró el saco del que hablaban las niñas, con ropa de niños llena de sangre y el cuchillo.

También encontraron otro saco con ropa sucia que en el fondo tenía huesos humanos de pequeñas dimensiones, al menos una treintena.

En otra habitación cerrada con llave encontraron el horror que escondía Enriqueta Martí.

En ella, había unas cincuenta jarras, botes y palanganas con restos humanos en conservación: grasa hecha manteca, sangre coagulada, cabellos humanos, esqueletos de manos, polvo de hueso, etc.

También botes con las pociones, pomadas y ungüentos ya preparados para su venta.

La casa pertenecía a la familia Martí, que era conocida en la población por el sobrenombre de "Lindo", pero estaba cerrada por la mala administración del padre de Enriqueta, según el testimonio del marido, Juan Pujaló.

Pero corrió el rumor de que en ella había médicos, políticos, empresarios y banqueros.

Por aquel entonces Enriqueta, con una extraordinaria amabilidad para con la mujer exhausta y famélica por un viaje muy largo desde su tierra, consiguió que le dejara a su hijo.

Con una excusa ingeniosa se alejó de la madre para después desaparecer.

[6]​ El escritor barcelonés Jordi Corominas en su libro Barcelona 1912 (publicado en 2014), realizó una exhaustiva investigación sobre la vida de Enriqueta Martí.

En palabras de Corominas: "Perturbada por esa situación -concluye Corominas- secuestró a Tereseta".

Ella era curandera y, en aquella época, se pensaba que tener determinados tipos de huesos en casa traía suerte.

Composición fotográfica de Antonio Esplugas que muestra a Enriqueta Martí y a las dos niñas liberadas por la policía, Teresita Guitart y Angelita.