Acusado por los judíos, se ordenó que fuera lapidado a las puertas de la ciudad y, mientras esto sucedía, su rostro se iluminó y oró a Dios pidiendo que no imputara el pecado a sus verdugos, entre los testigos de la lapidación se encontraba Saulo de Tarso, que después sería conocido como el Apostol Pablo.
[1] Hacia 1950 se encontraba en una colección particular de Birmingham (Reino Unido).
En 1954 fue adquirido por Xavier de Salas Bosch, quien lo atribuyó a Bernardo Cavallino.
Sin embargo, fue Alfonso Pérez Sánchez[2] quien lo publicó por primera vez y lo situó cronológicamente entre 1645-1650,[3] sin que haya habido posteriores discrepancias respecto a este punto.
A su alrededor, en el suelo, se ven las piedras que le han arrojado sus verdugos desde ambos lados.