A su llegada no se le considera ya como un artista mediocre sino más bien como un gran maestro en el arte de la pintura.
La pintura fue un encargo del banquero Jacob Fugger (con quien Durero se alojaba en Venecia) que es, en 1506, el intermediario entre el emperador Maximiliano y el papa Julio II con respecto a la coronación de aquel.
Por ello, en la tabla aparecen el emperador Maximiliano y el papa Julio II en trance de hacerse coronar con rosas por la Virgen con el Niño.
El cuadro fue un gran éxito, como atestigua el hecho de que al taller se acercaran a verlo el patriarca, el dux y muchos aficionados.
Refleja la apropiación de las técnicas venecianas, visible esencialmente en el uso del color; conserva, sin embargo, caracteres pictóricos típicamente germánicos.
El abad del convento, Jeroným Josef Zeidler, encargó la restauración a un pintor menor, Johann Gruss (1790–1855), oriundo de Litoměřice.
Repintó, entre 1839 y 1841, la cabeza de María (una leyenda sostuvo durante largo tiempo que tomó como modelo a su propia hija, cuya belleza admiraba, pero recientes investigaciones han demostrado que no existió tal muchacha), el cuerpo de Jesús y las partes importantes del cuadro severamente dañado.
Aún se critica duramente esta restauración, realizada según los criterios del siglo XIX, muy laxos en la materia.
Antes de pintar su cuadro, Durero hizo numerosos estudios sobre la anatomía, la geometría, y matemáticas, lo que es característico del humanismo renacentista.
Alrededor de la Virgen con el Niño hay ángeles, querubines y putti, cuyo estudio preliminar se conoce.