Hermann, un alemán étnico, es oficial de ingeniería del Ejército Imperial Ruso.
Constantemente observa cómo los demás oficiales apuestan, pero nunca toma parte en ello.
Muchos años atrás, en Francia, la mujer perdió una fortuna jugando al faraón y luego la recuperó gracias al secreto de las tres cartas ganadoras, que aprendió del notorio conde de Saint Germain.
La mujer le dice primero que la historia era una broma, pero Hermann se rehúsa a creerle.
El fantasma le menciona las tres cartas secretas (tres, siete, as), y le dice que debe jugar solo una vez cada noche para luego ordenarle que se case con Lizavyeta.
Cuando cree ver que la dama de la carta le guiña el ojo, se sorprende al notar su notable parecido con la anciana condesa y huye aterrorizado.
No responde preguntas, sino que simplemente murmura con una rapidez inusual: "¡Tres, siete, as!
[6] Los críticos han discutido que el conde de Saint-Germain tiene una importancia histórica en la historia.
El crupier sigue volteando las cartas, alternando pilas hasta que la apuesta se ha ganado o perdido.
[9] Si bien los lectores pueden llegar a pensar que la visión de la condesa que se le aparece a Hermann era simplemente una aparición, al final de la historia Pushkin sigue sin dar una respuesta definitiva.
Corresponde pues a los lectores decidir si la condesa se le apareció a Hermann solo en su mente, una solución realista, o si Hermann ha entrado en el mundo de lo sobrenatural.
Los críticos han intentado responder a esta pregunta utilizando una variedad de claves criptográficas dentro del texto.
En este punto, Hermann no logra separar a las cartas reales de la condesa que se las revela, lo que le lleva a escoger accidentalmente la reina en lugar de un as.
Es como si estuviera inmerso en una historia que es contada por otros y se sintiera inspirado a escribir la suya propia.
La historia de Pushkin ha sido adaptada numerosas veces a múltiples medios.