En los Apuntes sobre el drama histórico que su autor, añadió a la obra en 1830, menciona que él ya había estudiado diferentes modos de escritura dramática, y había acumulado una gran experiencia como hombre de teatro.
A continuación se explicarán hechos que sitúan a este drama romántico dentro de los límites del Romanticismo español, así como su estructura y movimiento escénico, comentando sus principales características.
La discusión de la conspiración ocupa el primer acto entero, que es totalmente expositivo.
Está diseñado para adentrarse en el fondo político y aclarar las razones de los conspiradores.
Cuando cae el telón, parece que la conspiración fuera a tener éxito.
La fuerza adversa a los amantes está representada por Pedro Morosini y sus seguidores.
El acto II va del drama al lirismo en la gran escena de amor, ¡en una tumba!
Para los escritores más progresistas, especialmente cuando se pusieron en contacto con las ideas francesas de Montesquieu y Rousseau, ésta era una postura que debía ser combatida.
El paralelismo bíblico al que Sebold se refiere es notable y no puede obviarse.
Pero como personaje, Rugiero carece de dos rasgos esenciales del héroe romántico totalmente desarrollado.
[3] reconoce correctamente que aquí el asunto amoroso está siempre subordinado al tema político.
El ideal de amor se desvanece pronto, al final del segundo acto.
Al hombre siempre se lo ve luchando contra fuerzas (tiempo, destino, perversidad de las cosas, injusticia cósmica) que no puede esperar derrotar.
Pero también, por el simbolismo del panteón en el acto II, la ironía final y algunos aspectos del personaje de Rugiero y su situación, estudiados por Sebold, puede ser tomada como una metáfora de la condición humana.
Después, el contraste absoluto —en corte completo que sorprendió y entusiasmó a los espectadores del drama—, del acto siguiente: de gran energía, colorido, bullicio y movimiento de masas.
Este acto IV, reconocido también, como el II, con alabanzas, es del que menos se puede hacer idea en la sola lectura, a pesar de las acotaciones.
Por lo mismo, pudo ser tan eficaz en la escena, presentándose con el cuidado con que se hizo.
Pocos personajes, y conocidos, frente a muchos, abigarrados; interior discreto y, de inmediato, la plaza de San Marcos en pleno carnaval, con el fondo iluminado del palacio ducal, en que también se celebra.