El chico parece encantado al mirarle a la cara; no se da cuenta de que ella está quitándole poco a poco el anillo al tiempo que acaricia su montículo de Venus;[1] a esta ufana mirada masculina ella responde con su propia mirada astuta y silenciosa.Entró en la colección de un banquero adinerado, el aficionado al arte Marqués Vincente Giustiniani, que se convirtió en un importante mecenas del artista.La espada de hombre en la infantil cadera de Mario sobresale ahora hacia el espectador, definiendo la escena en un espacio real, y parece más un peligro para él mismo que para un posible oponente.Éste en efecto no queda distanciado por un primer plano, como en algunos pintores contemporáneos.El fondo unido y neutro, característica de Caravaggio, hace resaltar a los personajes, concentrando la atención del espectador sobre la escena.La luz desempeña un papel importante en la puesta en escena: un único rayo lateral cae sobre los personajes y les confiere valor.Caravaggio utiliza aquí una gama cromática cálida, limitada y contrastada.Las radiografías han permitido revelar que debajo de la primera versión hay una Madonna (una Virgen Maria) que recuerda mucho al estilo del Caballero de Arpino, en cuya bottega Caravaggio trabajaba por entonces.