La Païva

Pronto encontró al amante perfecto en la figura del pianista y compositor Henri Herz.

De cualquier manera, dicho matrimonio no habría sido válido porque la cortesana seguía casada.

La cortesana tomó buena nota del consejo y, ya en Londres, en el Covent Garden, atrajo la atención de Lord Stanley, que la tomó bajo su protección y le presentó a otros hombres acaudalados que la convirtieron en su amante.

Dado que su primer marido había fallecido ya, se vio libre para contraer matrimonio de nuevo.

Este le regaló el Château de Pontchartrain, en Seine-et-Oise, y los famosos diamantes amarillos Donnersmarck.

En 1877, según se cree, las autoridades francesas les exigieron abandonar el país bajo la sospecha de espionaje.