Estaba situado en el lado sur de la alcazaba, entre esta y la orilla del mar, donde se encontraba el antiguo puerto en la época árabe.
Se formó un barrio de arquitectura propia andaluza, con casas blancas encaramadas al monte Gibralfaro.
Según explica el historiador Javier Noriega, Los periódicos de la época y la propia unión mercantil lamentaban el estado del barrio con alumbrado nulo, sin higiene, ni siquiera vigilancia porque el Ayuntamiento no se atrevía a imponer su ley.
Tanto es así que ya en el año 1821 el municipio se planteó la demolición de todas las edificaciones, que entonces albergaban 431 vecinos, e incluso la del propio cerro para, con los escombros resultantes, acometer la canalización del río Guadalmedina y así proteger la ciudad de sus periódicas avenidas.
Las obras recibieron un gran impulso en 1937, dirigidas por Juan Temboury, aunque no fue hasta casi 30 años después cuando se finalizó la labor de recuperación del monumento.