es una expresión idiomática japonesa, la cual designa una ley del período Edo en cuya virtud un samurái tenía derecho a atacar con su espada a cualquier persona de una clase social inferior que hubiera comprometido su honor con una afrenta real o percibida.
Tampoco era admisible rematar a la víctima o dar más de un golpe si un primero ya había sido asestado con éxito.
Tras ejecutar el kiri-sute gomen, el usuario debía notificarlo al oficial del gobierno más próximo, dar su versión de los hechos y proveer al menos un testigo que la corroborase, y se esperaba que pasase los siguientes 20 días en su domicilio como muestra de contrición por la muerte.
[3] Contrariamente a la creencia popular, el kiri-sute gomen no era omnipresente en la vida cotidiana del período Edo, ya que el arresto domiciliario y la confiscación del arma posteriores al acto se consideraban farragosos, y el riesgo de perder las propiedades o ser condenado a muerte por un veredicto desfavorable era muy real.
Además, recomendaban a sus subordinados salir siempre acompañados por sirvientes y otros miembros para servir de testigos cuando fuera necesario.
[2] Un incidente popular cuenta cómo un plebeyo empujó en la calle a Saheiji Tomo, tesorero de la familia Owari-Tokugawa, y no prestó atención cuando éste le exigió pedirle disculpas.
Tras reportar el incidente a las autoridades, éstas aprobaron la decisión de Toda y no le condenaron.