Kira Murátova
[5] Por su parte, con Entre piedras grises, mutilada por la censura y por eso firmada bajo el pseudónimo de Iván Sídorov, Murátova continuó enfocándose en una visión personal que, si por un lado, incomodaba a los censores soviéticos, por otro, los obligaba a reconocer un talento imposible de desestimar.[4] En esta película, Murátova juega con el contraste blanco y negro/color, atribuyéndole un sentido simbólico en la coyuntura política;[4] sus personajes, por su parte, representan cierta narcolepsia colectiva ante esa coyuntura de transición: en ese paso al capitalismo más salvaje, la sociedad rusa, según Josep Torrell, «no quiere dejar pasar lo que viene, pero al mismo tiempo no sabe (o no puede) hacer nada para impedirlo».[4] La película no estuvo exenta de controversia, en este caso debido a una escena secundaria cuyo lenguaje se consideró «obsceno», al punto de pedírsele a la autora —sin éxito— que se quitara ésta.[5] Tres historias, rodada en 1997, presenta simultáneamente una mirada cínica y comprensiva de la sociedad moderna.Este personaje representa además, por momentos, una caricatura de la imagen que parte del público tiene sobre la propia autora.[5] Según Ruslán Janumyán, por otra parte, al mostrarse a los integrantes de la ceremonia, ricos e ignorantes, sufriendo con ella y preocupándose por banalidades, Murátova parece estar denunciando la trivialización de la espiritualidad en la sociedad rusa.Ésta trata sobre un joven afinador de pianos que traba amistad con dos ancianas ricas proponiéndose estafarlas.Al año siguiente, dirigió Certificado, un cortometraje de diez minutos escrito por Borís Hersonski y, en 2007, la película Dos en uno, escrita por Yevgueni Golubenko y Renata Litvínova, que ganaría el Premio Nika a la mejor película.Murátova no busca embellecer lo que muestra en tanto tampoco lo considera necesariamente negativo.Por momentos Murátova parece tener total control sobre la trama y los personajes; en otros, parece dejar la película completamente al arbitrio de la aleatoriedad, saltando entre personajes y tramas o dejando líneas narrativas repentinamente en suspenso para que otras tomen su lugar en cualquier momento de la obra.[5] En conjunto, su obra no da al espectador los elementos necesarios para defenderse del continuo ataque; sus fundamentos son la falta de cualquier seguridad o previsión, un fuerte impacto emocional, la desorientación del espectador y la ausencia deliberada de cualquier formalismo.