Durante este periodo que la llevó a rondar ya los 40 años, Tanaka trabajó también con otros, como Ozu, Naruse o Gosho.
Dos años después, en 1955, estrenaría dos nuevas películas: La luna se levanta (Tsuki wa noborinu) y Pechos eternos (Chibusa yo eien nare).
En La luna se levanta optó nuevamente por rodar un drama romántico, pero esta vez contaría con un guion escrito por su referente y amigo Yasujirō Ozu.
Ese mismo año se estrenó un nuevo film, que acabaría siendo la obra maestra de Kinuyo Tanaka: Pechos eternos.
En 1960 publicó su cuarto largometraje, La princesa herrante (Ruten no òhi), contando nuevamente con un guion escrito por una mujer, en este caso Natto Wada.
Nuevamente volvemos al drama romántico, ambientado en las décadas de 1930-1940, y teniendo como un protagonista más a la Guerra chino japonesa (1937-1945).