Los tártaros de Crimea y los nogayos saqueaban tanto el Cáucaso como a Rusia, por lo que ambos pueblos se convirtieron en aliados naturales.
Ese mismo año, los moscovitas conquistaron Astracán, lo que les proporcionaba una base a unos 250 km al nordeste de Kabardia.
Los primeros ataques rusos en 1769 se dieron tras la fundación de Mozdok en 1763 con los cabardianos que aceptaron bautizarse junto a su líder Kurgok Kochonkin.
Al finalizar la guerra ruso-turca (1768-1774), el tratado de Küçük Kaynarca declaró Kabardia vasalla del Imperio ruso.
Sin embargo, y en parte coincidiendo con la guerra ruso-turca (1787-1792), se daría una rebelión conducida por el jeque checheno Mansur Ushurma, que tras algunos éxitos iniciales (batalla del río Shunza) que provocaron la retirada temporal rusa de Vladikavkaz, sería capturado en 1791 tras la conquista de la fortaleza otomana en Anapa.
En la década de 1820 Alekséi Yermólov condujo una campaña que incidió aún más en la práctica despoblación de la Pequeña Kabardia o Kabardia Menor, tras la que los rusos dominaron completamente el área y se concentraron en la lucha contra Shamil y los guerra ruso-circasiana.
Hacia el sur, adentrándose más en las montañas, de oeste a este se hallaban los karacháis, los balkarios, los osetas, los ingusetios y los chechenos.
Estos pueblos interactuaban con los cabardianos, pues los montañeses solían descender con su ganado a las tierras bajas para los pastos de invierno.
Al este se hallaba la Kabardia Menor entre el Térek y el Sunzha en la actual república de Chechenia.
Alekséi Yermólov dijo de los cabardianos que eran los mejores combatientes del Cáucaso pero estaban diezmados por las epidemias.