En 451, el Cuarto Concilio Ecuménico se reunió en la ciudad de Calcedonia y condenó como herejía el Monofisismo, que enseñaba que la naturaleza humana de Cristo había sido totalmente absorbida por la naturaleza divina.
Los asistentes al Concilio dieron su consentimiento al establecimiento del Patriarcado de Jerusalén, pero cuando Juvenal regresó a su sede fue expulsado por los monofisitas, quienes instalaron en su lugar como patriarca a Teodosio de Jerusalén.
Teodosio desplegó una sangrienta represión en Jerusalén, tras lo cual puso en marcha una campaña militar para castigar a otros rivales de la región como Severiano, Obispo de Escitópolis (actual Beit She'an), a quien ejecutó brutalmente en 452 o 453.
[5] Las tropas del ejército imperial restauraron a Juvenal en el año 453, quien pudo ejercer su cargo en paz hasta su muerte en 458.
Al abrir el sepulcro, solo permanecían los lienzos funerarios impregnados de fuerte aroma a perfume, por lo que los apóstoles dedujeron que Dios se la había llevado, dándole así el don de la incorruptibilidad.