En el año 529, Juliano encabezó una revuelta contra el Imperio bizantino gobernado por Justiniano I, debida según Procopio de Cesarea a la legislación que prohibía su culto, o por las tensiones con los cristianos según Cirilo de Escitópolis.[1] Juliano se declaró rey de Israel, tomando a Jeroboam I como modelo, y dirigió un ejército samaritano que hizo estragos en las ciudades de Escitópolis, Cesarea Marítima, Neápolis, Belén y Emaús.Hacia 530 se había hecho con casi toda Samaria, en una rebelión marcada por las masacres de cristianos a gran escala y la destrucción de iglesias.[2] El emperador Justiniano recurrió a la ayuda de los gasánidas, consiguiendo que en 531 la revuelta hubiese sido sofocada,[3] y el mismo Juliano decapitado, según Teófanes el Confesor.[2] Algunos serían exportados a lugares tan lejanos como el Imperio sasánida, donde sus descendientes serían reclutados para la invasión persa del Levante mediterráneo 85 años más tarde.