En muchas ocasiones, los juízes de fora asumían también un papel político, siendo indicados para presidir cámaras municipales como una forma de control del poder central en el ámbito municipal.
La figura del juiz de fora surgió en Portugal en 1327, con el rey Alfonso IV.
Este tipo de magistrado era nombrado por el monarca, siendo frecuentemente destinado a otra localidad.
Tampoco eran permitidos cualesquiera otros vínculos con la población local, por medio de matrimonio o amistad íntima.
De esta forma, los municipios brasileños mantuvieron su "autonomía" hasta los últimos años del siglo XVII.