En todos los juegos había siempre jueces para decidir de la victoria y adjudicar los premios.
Los atletas vencedores en los juegos olímpicos, pitios, ístmicos y nemeos eran vitoreados por toda Grecia reunida en ellos.
Los pueblos por donde pasaban les tributaban honores magníficos y mientras vivían eran mantenidos a expensas del estado.
Los romanos cuando el cónsul Mumio se hubo apoderado de Corinto siguieron celebrando estos juegos a los cuales dieron mayor lustre e introdujeron en ellos los ejercicios del pentatlon, la música, la poesía y la caza para la que reunían los animales más raros de todo el mundo conocido.
César en los Comentarios de la guerra contra los galos refiere que estos observaban el mismo uso.
Después con el tiempo se hicieron combatir las víctimas entre sí, con el objeto de que pudiesen defender y salvar algunos la vida.
Esta costumbre pasó de los griegos a los romanos entre los cuales este juego cruel se llamó munus, es decir, un presente.
El primero que introdujo a Roma este ejercicio bárbaro fue Décimo Junio Pera en obsequio de su padre o, según otros, Apio Claudio Cáudex y M. Furio durante su consulado.