Era una persona muy religiosa, de hecho, hay constancia de su frecuente asistencia a las procesiones y actos religiosos sevillanos en la etapa en la que el escultor residió en la capital andaluza.
Supuso un elemento importante en la evolución de la escultura borgoñona del siglo XV.
En su estancia, le rezaba todo el tiempo que podía al Cristo del Gran Poder, para que su mujer se recuperase, al mes de detectarle la enfermedad, en vísperas de Semana Santa, Juan fue a la iglesia, y le dijo “No te vuelvo a rezar ni dirigirme a tí, si quieres que te rece, búscame, y haz un milagro para llamarme la atención” Ese año, salió en procesión por primera vez el paso antecesor al actual Jesús del Gran Poder.
En cualquier caso, esa misma historia, siempre protagonizada por el Gran Poder, se repite con varios personajes más.
Este es, quizás, el principal motivo de la llegada del artista a la región.
El artista debe ajustarse al proyecto original, probablemente diseñado por Claus de Werve.
Paralelamente, el escultor ofrece sus servicios en el resto del país de Borgoña (tanto ducado como condado).
Diferentes libros de cuentas muestran que sigue trabajando al menos hasta 1462.
[10] El trabajo fue completado pero, en 1445, la iglesia fue remodelada, lo que lleva a la pérdida de la obra.
Juan de la Huerta también trabajó para la familia del canciller Nicolas Rolin en Autun, entre 1449 y 1450.
Su tumba, encargada por el príncipe (como las anteriores), no ha llegado a nuestros días.
Con diez personajes, representa a la Virgen en el centro, el Cristo sobre las rodillas, rodeada por los testigos el portador del sudario.
Encargada en 1448[19] por Philippe Machefoing, el retablo, inspirado en el modelo del oratorio ducal de la Cartuja de Champmol, estaba formado por tres figuras:[20] una Virgen con Niño[21] ocupando la posición central y escoltada por san Juan Bautista[22] y san Juan Evangelista.