Durante dieciséis años ejerció un intenso apostolado, recorriendo incansablemente inmensos territorios, hasta que fue hecho prisionero.
Hacía poco que había fallecido San Leonardo de Porto Maurizio, en 1751, y Juan decidió imitarlo.
Obtenido éste, partió en 1798 para Lisboa, donde tuvo que permanecer un año por no tener oportunidad de embarcarse hacia Oriente.
Entre sus obras milagrosas se cuenta una fuente que hizo brotar en un terreno árido con solo hacer la señal de la cruz.
En 1812, cuando misionaba en Chensi, un catequista lo traicionó denunciándolo a los mandarines como extranjero y ministro de la religión cristiana.
Llevado al lugar del suplicio, siguiendo la costumbre de los cristianos chinos se postró el santo mártir cinco veces adorando a Dios, para dar público testimonio de su fe y que todos supieran que no temía profesarla ni siquiera en aquel momento.