Luego este marchó a ampliar estudios a la Universidad de Salamanca, donde se doctoró en ambos derechos, eclesiástico y civil; viajó a Roma, se ordenó sacerdote y consiguió una canonjía en Segovia de la que tomó posesión en 1587.
Habiéndose iniciado como poeta todavía en la tradición del Renacimiento con ecos de clásicos e italianos, sintió tras su regreso a España el influjo del culteranismo sin dejarse avasallar servilmente por la imitación de Góngora.
Rehuyó conscientemente los temas patrióticos y heroicos y se dedicó a la vida confortable y mundana componiendo agudos epigramas y poemas jocosos y reuniéndose con otros escritores con similares gustos, entre ellos su gran amigo el obispo Juan de la Sal, Francisco Pacheco, Diego Ortiz de Estúñiga y Rodrigo Caro, pero también con otros grandes personajes de las letras a los que conoció en persona, como fueron Alonso de Ercilla y Luis de Góngora.
Puede adscribirse su estética al conceptismo, hasta tal punto que Baltasar Gracián citó no pocos de sus epigramas en su Agudeza y arte de ingenio.
Sin embargo, la edición más completa, provista de un gran estudio biobibliográfico preliminar, es la publicada por la Sociedad de Bibliófilos Andaluces (Sevilla, 1869); la más moderna es la de Henry Bonneville, Poesías humanas (Madrid: Editorial Castalia, 1987).