Cuando el rey quiso verlo, según había previsto, se arrojó a sus pies, «y le suplicó rendidamente le amparase para con su amo, sin cuyo consentimiento había aprendido el arte, y hecho de su mano aquella pintura».
Felipe IV no sólo le concedió lo que le pedía, sino que ordenó a Velázquez su completa liberación, pues «quien tiene esta habilidad, no puede ser esclavo».
El documento, en el que no se menciona a Velázquez y cuya autenticidad no ha podido ser corroborada al darse por perdido tras su publicación, contradice las restantes noticias conocidas, pues en él Pareja se dice libre y en fecha temprana se da título de pintor: Se desconoce en qué momento pudo entrar al servicio de Velázquez, pero ya en 1642, sin otro título que el de residente en la corte, firmó como testigo en el poder otorgado por Velázquez a sus procuradores en el pleito entablado con los escribanos de la cámara del crimen, sobre la posesión de un oficio de escribano.
[7] Desde ese momento y hasta su muerte en Madrid en 1670 ejerció su oficio como pintor independiente, manifestando en su pintura los conocimientos adquiridos en el taller de Velázquez, donde pudo desempeñar unas funciones más amplias que las sugeridas por Palomino, pero también su conocimiento de la obra de otros pintores tanto italianos como españoles.
Sin copiar un modelo velazqueño concreto, el rostro del rey parece derivar del llamado Felipe IV en Fraga (Nueva York, Frick Collection), pintado por Velázquez seis años antes, pero no puede serle atribuido al maestro sevillano ni por la calidad —discreta— de la pintura ni por el bajo precio pagado por ella, tres escudos.