Juan Manuel Sanz y Saravia

Coincidió en estos viajes con el jesuita Padre Tarín, conocido más tarde como apóstol de Andalucía, y del que sería un gran admirador y protector.

Esta institución, enfrentada desde su origen al Ateneo hispalense, tuvo una vida corta y desapareció en 1883, coincidiendo con la llegada del nuevo arzobispo, fray Zeferino González.

Su respuesta inmediata fue decir no, confesando no sentirse capacitado para tan gran responsabilidad: No obstante, también se explica esta negativa a alcanzar la dignidad episcopal desde las circunstancias personales del futuro obispo: hombre de 56 años, arraigado, querido y respetado en Sevilla, ciudad en la que transcurrió la mayor parte de su vida y a la que se sentía muy unido.

Sólo la intervención posterior del nuncio apostólico le hizo cambiar de parecer.

En este sentido, Sanz y Saravia nunca dejó de reconocer que su aceptación del cargo fue por obediencia.

Al acto religioso, a decir del Boletín del Arzobispado de Sevilla, «acudió una numerosa concurrencia, predicando y confirmando —el obispo— a más de mil personas».

También las visitas pastorales a los pueblos estaban selladas por su incansable quehacer, resultando ser verdaderas misiones.

Parece razonable pensar que un buen motivo para aceptar este cambio de diócesis estuvo en la aproximación geográfica que suponía a su amada tierra sevillana.

En la capital, inauguró la capilla mayor del Seminario y San Eufrasio.

Su salud comenzó a debilitarse desde los primeros días de 1915, y el año siguiente una hemiplejía le imposibilita para el ejercicio de sus funciones y se traslada a Sevilla.

Sanz y Saravia, obispo de León desde 1905 a 1909.
El obispo Sanz y Saravia asiste junto con otras autoridades a la inauguración oficial del monumento conmemorativo de las Batallas de Las Navas de Tolosa y Bailén . Jaén , 1912.