De joven recibió una buenísima educación, estudiando en Barcelona y Zaragoza.
Allí residió durante siete años, los cinco últimos ordenado ya de sacerdote.
Mendigo de Dios por los pobres, pasó por todas partes predicando a las gentes sencillas del mundo rural, despertando su fe y caridad, dedicando largas horas al confesionario e impartiendo el perdón y la paz a los que acudían a él.
Fueron muchas las dificultades que encontró en su ingrata misión de limosnero.
Esta misión la prolongó por el resto de su vida hasta su muerte en el Santuario de Nuestra Señora del Salz, en Zuera, Zaragoza, donde solía retirarse para preparar sus viajes.