En sus últimos años militó en política, en el Partido Unitario, por lo que terminó su vida exiliado en Chile.
Durante la década de 1810 se dedicó a la sastrería para teatro, una actividad que le apasionaba.
Al año siguiente se trasladó a Buenos Aires y actuó en el teatro Coliseo.
Se destacaba por la naturalidad y sobriedad en la actuación, evitando los gestos ampulosos que predominaban entre los actores de la época.
Su éxito fue absoluto, y durante un lustro cada una de sus actuaciones se hacía a sala llena.
Y a Casacuberta, que de todos modos consideró prudente no permanecer en Buenos Aires.
Tras la derrota en Entre Ríos, Lavalle llevó su ejército a la provincia de Buenos Aires, donde fracasaría en ocupar la capital.